Falsamente
humilde te acuestas en la cama. Poco a poco el peso de los huesos va
en aumento y acabas por hundirte en la cama que simplemente te
asimila por completo cerrándose a tu paso, quedando un par de pliegues
como único vestigio. Un yunque en la cama, debajo de las
sabanas blancas arenas movedizas. Esa noche otros fornicaran en el
mismo lecho sobre el cual han de asentarse otros más- lo he dejado dicho- madre del río. Las cortinas movidas por el suave viento
del verano y de ti nada se sabrá, yo mismo. La sonata se repite-
Miren a esos dos, es tan fecundo-.
1 comentario:
Genial.
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