Mirad la
obra que se representa, está claro quién saldrá desdichado de todo esto. Desde
los asientos se ve claro la respuesta. Día a día la función se representa y el
actor no se desvincula de su personaje y no deja de trabajar para un/el público
que cargado de mierda viene a verlo fracasar.
El guión permite su existencia, le atrapa. Llegamos a uno de los
momentos cruciales de esta obra irrepetible. Un cuervo vuela por el escenario y
al pasar cerca del actor el ave sufre un infarto cayendo desde lo alto sobre la
cabeza del actor golpeándola con la fuerza necesaria para dejarlo sin sentido. El
actor permanece durante unos minutos inconsciente y se levanta aturdidamente
poco a poco preguntándose qué ha pasado. Mira a su alrededor y ve al cuervo que
yace cerca suyo. Lo toca. Aún desprende calor. Posee una gran belleza – piensa
el actor-. ¿Dónde estoy? ¿Qué soy? La niebla del escenario acentúa la
confusión. Tal es su confusión que se enfatiza
la idea de que uno puede ser cualquiera cosa. Desovar huevos, mudar la corteza
y esas cosas.
La niebla
se disipa y entiende que su ser nada tiene que ver con el chico de los álbumes,
los álbumes de mamá. Mamá muerta…Sacrosanto mamá muerta y el público hablando
del paleolítico como si mi madre fuera solo huesos. (Reza) Versa sobre esto y
aquello, de recordar guiones, de mirarse en el espejo y ver videos de sus
bodas. Se percata de lo loco que es pensar que esos trozos de celuloide le
representen o de que el reflejo del espejo tenga que ver algo con lo que es… entiende
perfectamente que esas cosas le han robado el alma, su identidad. Jamás me
dejaré sacar una foto, ese no soy yo. Es absurdo. Es irreal. Es una datación
que busca alejarme de mismo. Yo no soy ese. Veo mis recuerdos con mi cara
recortada, sacada de uno de los muchos álbumes de mi casa. Esa cara la cojo y
la pego con celo sobre los recuerdos una y otra vez. Es posible apreciar el
celo que la pega y que solapa tantas cosas. Sobre mis recuerdos, esos planos,
ese vídeo de mi treinta dos cumpleaños. Ayer fui como tú, me he estado matando
todo este tiempo. Asiente la presencia del público. Os pido que no aplaudáis.
Os pido que os marchéis a casa sin más, coged vuestras chaquetas, bufandas,
gorros y volver caminando a casa. Es muy posible que vuestros hijos estén muertos.
¿Acaso no me podéis oír? - sonido de
miles de espejos rotos-
Vuelvo y lo
repito. No se puede aplaudir.
Es un acto.
Una jaula
se vacía.
Las tenues
luces que se estaban utilizando hasta el momento se apagan. Un potente foco de luz se enciende en el
centro del escenario. La luz alumbra una maciza mesa. Luego alumbra a un señor
que está sentado en segunda fila. Se apaga un instante y se para en una señora
muy gorda. El foco se apaga y la mujer se levanta de su asiento. Lleva una blusa
roja. Año cero. La gorda comienza a cantar mientras se proyecta un vídeo de
ella comiendo espaguetis en una inmensa pantalla situada en el escenario. La
vemos comer en la misma mesa que antes pudimos vislumbrar. Come los espaguetis
con las manos y los engulle como si se tratara de un cerdo. Delicadamente
polisémico. Su ropa se llena de tomate y pasta. Soy una cerda dice mientras
come aun más rápido. Termina de comer y se saca los pechos con los que rompe el
plato. Sus pechos son enormes. Agarra los pechos con la manos y con la fuerza
de un martillo caen sobre el plato que tan solo puede hacerse añicos. Un hombre
se le acerca por detrás y le dice que desde siempre le han gustado las mujeres
con mucha carne, que le encantan los panderos enormes, inabarcables, dice unas
cuantas palabras más entorno a esto. Comienza a excitarse. Se frota los testículos.
La mujer permanece como un estado de hipnosis. Su cabeza inclinada hacia atrás
con la boca abierta y sus ojos en blanco. Se ha comido cuatro kilos de
espaguetis y no puede apenas moverse, tan solo emite un sonido animal,
proveniente de su garganta. El hombre saca un revolver y le pega un tiro en
toda la cabeza. De la cabeza salen espaguetis.
La mujer
que hasta ese momento continuaba cantando de pie durante la proyección cae como
si el disparo de la pantalla la hubiese alcanzado en la realidad. El silencio y
la oscuridad que se cuestionan el tipo de comunicación que hacemos y como
muchas veces escarbamos en la realidad buscando ampliar nuestra propia voz.
Agarramos el micrófono y decimos cosas. Grabamos nuestra voz y la oímos. ¿A
quién te diriges? El público llega al rato, el volumen les atrae. El público
siente esa voz como suya. Todo ornato se debía evitar, decíamos.
La oscuridad, tal cosa no existe.
Cincuenta potentes focos se encienden en el escenario apuntando al público que
se ve cegado. El actor aprovecha y se sitúa cerca de la mesa. Se dirige
nuevamente hacia ellos. A contra luz.
Mi voz (…)
ya no me queda mucha voz, le he ido puliendo en este repetir de mi discurso.
Aforadamente, sin pausa. ¿Por qué estas barreras? Triste en su repetición era
pronunciada una y otra vez, noche tras noche puliendo mi voz. Estoy abatido,
orgánicamente quemado. Son muchas las veces que me habéis visto fracasar,
triunfar. Esta no es la forma. Sois crueles sin duda tanto o más que yo o el
hijo de perra del narrador. Agentes pasivos de la comunicación, agentes al
servicio del crimen. Las luces que nos impiden comunicarnos son las luces del
teatro, capa a capa, añadiendo lodo y fango. Es terrible. Sois como yo. Unos
meros actores. Una amorfa ampliación oral. ¿Cuándo mataremos a los que tenemos
que matar? Asentid conmigo: el enemigo habita cerca, soy yo y es él. La voz es
el enemigo. Las voces son el enemigo. ¡Silencio! La zozobra cultural… El
narrador es a quien debemos aniquilar. Matar al dictador siempre relaja. El
arremete contra los muros y los controla. El los tira y los construye. El
fundador de la vanguardia… No le tengáis miedo. ¿El simbolismo le protege? –
Decís- sí es verdad pero… pero podemos llorar, siempre podemos llorar. El ocaso
que vemos en la pantalla. El amanecer
que disfrutamos. La zozobra mental siempre. ¿Un ornato creado por todos no? Mi
voz contra la vuestra. Un enfático esfuerzo por delimitar mi/tu realidad. Pura
mierda. Silencio. Mañana es sábado.
Vuelvo y lo
repito. No se puede aplaudir.
Es un acto.
Una jaula
se vacía.
Difundid mi
mensaje.
Las luces
que apuntan al público se apagan y se enciende unas agradables y uniformes
luces. ¿Qué nos enseñan estas misericordiosas luces? ¿Qué tenemos en el teatro?
¿Qué nos queda?
La voz esta
quemada, harta de hablarle a la humanidad y harta la humanidad de las voces
mesiánicas. Ayer fui… Fui tu. Tanta saliva. Ahora que la gente se ha ido y no
queda nadie a quien dirigirme hablaré con el corazón a todo pulmón… ¿Es eso lo
que siempre ha faltado no? ¿Podéis oírme por el amor de dios? ¿Hay alguien en
la sala?
SILENCIO
LLOREMOS.
LLORO.
LLORAMOS.
Consagrando
la explotación de la realidad sacaremos fotos a las lágrimas.
Una manera
de no vivir, de resignarse. Dejar la voz en manos de la narrativa. Adhesión
inactiva de un máximo grupo de gente.