31 ago 2010

libreta ª


Contaba yo, año aquel de mi recuerdo, con las ideas en general bien claras sobre lo referente a literatura. Sobre la condición de la voz, sobre el arrancar desde cualquier barra ceda, sobre la mesa la connotación, la forma apelativa y ciertas trampas más en las que solía creer. De llevar animales encima de la cabeza. ¡Papá! ¡Papá! – ¡suelta!, ¡no tires de la manga de la chaqueta!, ¿¡Qué quieres!? – ¡mira papa ese señor! Tiene encima una cacatúa tropical picoteándole la cabeza, ¡de veras! ¡Mira!– a ver… (Estos niños), qué dices, ¿que un hombre lleva el que?, ¿a ver dónde? ¡Qué dejes la manga, te he dicho! − ¡ahí papa! al final de la calle, donde el paso de peatón que difiere mucho de la típica imagen de un paso de peatón de Tokio en hora punta, se trata más bien de un paso de peatón de una cuidad cualquiera a cualquier hora, ese es el. El chico de la blusa roja. Ves papá, ¡¿lo ves ahora!? – ¡si claro! ¿Pero? … pero no se trata de un loro, se trata de pavo, un pavo real como los hay a miles en el paraíso de Mahoma, ¡es un pavo!, o acaso no ves la cola en forma de abanico y acaso no oyes su llamada, sus gloglotes –pero…¡pero antes había una cacatúa tropical que le picoteaba la cabeza, queriendo infligir daño, ¡era una cacatúa papá, yo la vi!, ¡Era como las que he visto contar hasta diez en los zoos! De acercar el dedo desde lo alto y aplastar todo esto. Dedo índice que se acerca para causar estragos en la historia. Baja desde el cielo encumbrándose como un dios que habré el bote de cristal con agujeritos donde estamos todos, nos sacude y agita, abatiéndonos a su gusto. De la suela cerca de la cucaracha boca abajo que se lleva las manos a la cara en pro de la prosopopeya moderna. El dedo pasa al lado de un viejo edificio que se derrumba al primer contacto serio con la realidad del autor. El dedo aplasta a continuación a padre e hijo, - se ve la sombra del enorme dedo sobre ellos- y un nuevo tirar de la manga para avisar a papá de la amenaza que se les viene encima. Papá, arto de tirones, levanta la mano para soltarle un bofetón sin poder llegar a dárselo pues instantes después mueren ambos espachurrados. Iconos de la impuría, color verde imperio. Luego la mano se cierra y tomando la forma de puño feroz se lanza para destrozar por completo la incompleta maqueta en miles de cachos absortos que irán a la papelera. Sentado en una silla de oficina y sin llegar a describirla, toma impulso hacia atrás con una mano apoyándose en el escritorio mientras con la otra termina de hacer una bola con la hoja en la que había estado trabajando. Todavía en movimiento hacia atrás, lanza en fuerza contraria hacia adelante la bola de papel apuntando hacía la papelera, mientras miles de flases estallan por todo el estadio acompañando el girar de la bola, que se acerca a cámara lenta hacia la basura. El público con el corazón en un puño contiene el aliento, otros tantos se llevan las manos a la cara ante tanta tensión para mirar por entre los dedos. El silencio se ve roto un poco con unos sonoros ¡uyyy!!! Al ver como la bola de papel rebota contra el aro ascendiendo un poco por el impulso del golpe pudiendo vérsela dirigirse lentamente hacia el centro de la papelera. Lamentablemente para cuando creímos que ya estaba dentro, ésta, con voluntad propia se dirigió hacia el otro lado de la papelera donde roso el otro borde. Con un nuevo ¡uyyy!!! , termino final antes de caer al frío suelo, dando así por perdidas las esperanzas de miles de creyentes en las buenas y aparentemente imaginativas historias. Donde la cara se te queda de tonto mirando en nubarrones la arrugada hoja de papel al lado de la atestada papelera.

(...)
Un extraño anheló de fatum retattun o un discurso sobre la belleza.

…oh gran desorden de mi vida
Oh maravilloso desorden de mi vida

Es el recuerdo de aquel verano. El verano de las faldas lo titule, pues siempre ibas en falda. Estabas muy guapa con ellas ¿lo recuerdas? Hablábamos mucho sentados debajo del viejo árbol con pajas de trigo en la boca, mientras yo te metía mano y apartaba tus bragas un poco, para ver tu chochito, ¿lo recuerdas? Recuerdas como no te atreváis a mirarme a los ojos y yo me sentía en medio de ese todo en un discurso de lo bello. Bello era el no quitarte las bragas el tan solo apártalas con la falda doblada, todo bello. Recuerdo bien como el brazo izquierdo se me cargaba, de tanto aguantar la prenda para poder tocarte. Me excitaba mucho la sensación del brazo rígido en conjunto con el tocarte de la otra mano el coño. Me excitaba intentar apartar bien los labios para ver el clítoris y no poder hacerlo del todo bien, pues si utilizaba la otra mano la braga se cerraba y tú diciéndome que si quería te la quitabas,- ¡no!- te increpaba yo, -déjate las bragas, no ves que es un discurso sobre lo incomodo en lo bello.

De esas tardes volviendo cantador a casa (de la felicidad a velocidad de crucero) con las piernas largas y finas que me desequilibraban de un modo tan chalado, tan feliz, como ahora. Si algo me pasa no olvides lo que te digo ¿vale? Estábamos sentados en la mesa con tus padres, escuchando lo que el gilipollas dos ideas de tu padre comentaba y yo poniendo cara de concentrado con la mano en la barbilla, el ceño fruncido todo bien dispuesto, todo planificado. Era el olor de uno de esos dedos tan cerca de la boca que me percate que olía a mierda pues no me había lavado bien las manos y lo mucho que eso me gusto. La belleza interior del momento mezclándose con el bello exterior; tu padre sumergido en su discurso sobre política mezclándose en el olor de la mía, mi mierda, perfumando las palabras, sembrando por doquier ese momento de belleza. ¿O acaso esto no ha pasado aun? Escribo digo escribo miento. Ya lo has dicho. Escribo digo escribo miento.


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