13 mar 2021

Zancadilla mal ejecutada

 

 Visión electrica del modelo visual del papel cortado/pegado


31 dic 2020

Aves del paraíso

 


Poseía una gran experiencia en la materia, sus años en las charcas la hacían pasar por una de las más sensibles a cualquier mínimo movimiento que aconteciera ahí debajo, donde el lecho fangoso pareciera un lugar poco propicio para encontrar algo suculento que llevarse a la barriga. Además, sus patas zancudas conocían los intentos de fuga de todos los peces y anfibios, yendo a parar a su pico en un gran número de ocasiones. Al otro lado, aquella garza real formaba parte de una estampa habitual de los humedales de Bentonio, donde un montón de gentes venían a ver por algún motivo aquellos seres emplumados sin llegar a disfrutarlo del todo.

 Era una parada gratuita que, en la mente de muchos visitantes, al ver el cartel en la carretera se tornaba como plausible y necesaria, dentro de un marco que abarcara algo más que sol y playa y pudiera dar píe a descansar del ir y venir del coche. El lugar además poseía otro encanto; unos baños limpios y unos bancos cómodos situados en una fresca sombra. Todo esto hacía de aquel lugar algo más que un observatorio para aficionados a la ornitología, cuya impresión de dicho lugar pasaba por ser quizás uno de los pocos lugares vetados debido a la fuerte afluencia de turístas. Todo remarcado con un montón de mensajes pedagógicos y diseños funcionales, tratándose de un observatorio de aves de primera categoría, que sin duda lo era, pero la presencia de muy abundantes visitantes que descansaban por el simple hecho de reposar gratuitamente hacía de este un lugar no acto para tipos con prismáticos y guías raras. Cabe imaginar grupos de antropólogos escondidos observando a lo lejos el comportamiento de aquellos extraños visitantes. Cabe añadir más capas a esta sobreposición de lentes, la del que no mira el paisaje de esa forma y mucho menos con libreta y prismáticos queriendo comprender al otro, un otro taxonómico y ajeno.

 A veces se confabulaban los dioses y un turista en toda regla se presentaba con sus prismáticos para analizar los aconteceres de aquel ecosistema con una frescura propia de los mejores naturalistas, viendo en cada detalle un acopio de saberes. Prismáticos y microscopios ebrios de detalles, un zoom sobre esa estampa a una escala microscópica, metiendo el humedal en una pequeña placa Petri. De alguna forma, aquel lugar era eso, un microcosmos dentro de una zona hiper-turística donde todo se puede ver a simple vista o incluso es acercado para poder verlo más de cerca, todo es todo.

 Ver como cristaliza el agua sometida a baja temperatura y sentir como esos cristalitos se clavan sobre las largas patas de nuestra emplumada amiga, quedando atrapada por la congelación del agua y observado delante suya el tiempo detenido de una joven carpa, que al notar la cercana vibración de las zancadas nado estrepitosamente sin poder escapar, quedando atrapada por el hielo a escasos centímetros de la garza. Sus patas estaban estáticas, pero el resto del cuerpo podía aun moverse e intento golpear con el pico el hielo que delante suya dejaba ver una silueta conocida de un rico pez. No en vano el grosor del hielo hizo imposible la monumental tarea.

 Las hojas al ser tocadas se partían en millones de pequeños trozos verdes, que al llegar al suelo engrosaban la información almacenada en los fríos casquetes polares. La congelación fracciono las patas, dejando tendida de lado a la garza que luchaba afanosamente por levantarse, por levantar vuelo. Pero al intentar elevarse con todas sus fuerzas, una parte del ala izquierda comenzó a congelarse. Luchó y durante unos instantes (creyó) se levantó unos centímetros del suelo, como si pudiera elevarse y una vez en el cielo, escapando de aquella congelación perpetua en forma de tubos de cuarzo color violeta, sus patas volvieran a crecerle. No dio tiempo a tal cosa, su ala se partió como si fuera una copa de algún turista que la tirara de la quinta planta del hotel directa al suelo y se hiciera añicos en miles de pedazos. Trozos por todas partes, trozos por el parterre, en la cercana piscina, en la suela del zapato del segurita. La garza quedo tendida y poco a poco fue partiéndose y formando parte de las formaciones de témpanos violetas, del plástico fundido que atrapa la silueta a la que acoge transparentemente. Todo el territorio insular cubierto por una pátina de la más transparente resina epoxi. Aves del paraíso de cristal de bohemia para jugar en la arena; al rato dejadas en la orilla; el recuerdo del viaje a la llanura brasileña del Mato Groso y el emic y el etic del turismo; y la garza real bajo una ola de calor que seca rápidamente la laguna, la charca, el millo, la lengua y la puesta en marcha de medidas contra la sequía  a base de cubitos de hielo; el aire acondicionado funcionando a las afueras de la zona principal del hotel, a toda máquina en un ruidoso funcionar en la puerta trasera de los todos los paisajes áridos. Ir a la playa sin toalla con mucha arena y solajera.

30 abr 2020

El Naturalismo


Origén del fuego y de la bebida divina. Kuhn



21 abr 2020

La Isla de Malden

Una imagen nos tuvo presos.



Creemos una y otra vez que seguimos la naturaleza y lo que seguimos es sólo la forma a través de la cual la contemplamos.
Una imagen nos tuvo presos. Y no podíamos salirnos de ella pues consistía en nuestro lenguaje, de suerte que éste nos parecería repetirla inexorablemente.
Ludwing Wittgenstein.

9 abr 2020

Los pasos perdidos


Abandonadlo todo.
Abandonad Dadá.
Abandonad a vuestra mujer, abandonad a vuestra amante.
Abandonad vuestras esperanzas y vuestros temores.
Abandonad a vuestros hijos en medio del bosque.
Soltad al pájaro en mano por aquellos que están volando.
Abandonad, si hace falta, una vida acomodada,
aquello que os presentan como una situación con porvenir.
Lanzaos a los caminos.



André Breton, Los pasos perdidos, 1924.

3 abr 2020

Coherencia Narrativa



¿Petrificarse o evaporarse? El manejo de los simbolos consiste en recontextualizarlos para infundirles nueva vida. Evaporarse.

19 may 2019

La utopía/distopía como máquina de guerra luchando contra el aparato de captura




Una mesa repleta de legajos aun sin atar. Profusión de papeles encolados y pegados en la pared cuya cartografía es la de siempre. Subirse a lo alto de una escalera y mirar hacia abajo, con un catalejo de lentes formadas por saturación de sal, a alguien desnudo que yace en el suelo.
Manuscrito encontrado.
Tirar manuscrito desde lo alto de un edificio, asumir su pérdida.
Barrer y complementar con una fina pátina de café sobre el folio.
Al rato esculpir una grieta, ¿se puede esculpir una grieta? Procedes y no queda tan mal. Trampantojo por el que entra un chorro de luz en aquel cuarto: legajos y papel encolado, ya sabes. Reforestar es como inundar pero con diferentes elementos aunque nos refiramos ahora a una especie de letanía visual. Al otro lado de la habitación un grupo de personas trabaja a destajo, colando arena por la grieta con un chorro de aire a velocidad media, reproduciendo una estela de tiempo vigorosa.
La ventisca asedia el cuarto, (formato ficción), la mesa se llena de arena, pronto dunas, la cama y sus (re)pliegues, grano a grano, desaparecen sin llegar a colapsar del todo. Como decimos, es toda una treta bien orquestada: la elección de la tinta para los legajos, el tipo de hilo para atarlos, el cuidado a la hora de proyectar el atrezo.  ¿Esculpir una grieta? ¿Alquilar termitas? ¿Sustituir las tripas por un plano de un hormiguero? ¿Qué te parece? ¿Qué te merece?
Supongamos que quiero grabar el sonido producido por un montón de periódicos atados que se dejan caer al suelo en la entrada de algún quiosco. Todo eso no me llevará mucho tiempo, puedo recurrir a la imagen de la inflación del marco durante el final de la segunda guerra mundial y enfrentar ese montón de papelitos a los míos. No está de más señalar las características del rostro que sujeta ese fajo de billetes. ¡Porfiar, porfiar infinitamente!

 El otro día mantuve una controversia sobre los desiertos y los bosques. Defendí mis postulados. Lo dije hace tiempo: bosques y desiertos encumbran un tipo de entelequia monolítica. Llevé un enorme manuscrito en el que había anotado un sinfín de cosas sobre otros asuntos. Lo situé de tal forma que fuera visible desde el púlpito para toda la audiencia. Durante mi discurso no recurrí a nada de lo plasmado semanas atrás, y a expensas del público, los que al finalizar mi desértica y arborescente disertación. No quiero parecer un impostor pero tampoco un fotógrafo, ni mucho menos tirar las cenizas por el retrete y grabarlo. Ya sabes, ese rollo tipo cortometraje sobre el entierro de mi queridísima tía Gilberta, acompañado de planos del ataúd entrando en el horno, yuxtaponerlo con imágenes de altos hornos. Volver al entierro y grabar un plano secuencia del rostro frío y maquillado de la tía y continuar con cada una de las jetas de los presentes, mientras una voz en off  nos hable sobre unas enormes grietas marinas, sobre choques de placas tectónicas y ese tipo de sucesos. Parar la cámara y entrevistar a la persona que más le pesen los huesos. Durante, luego o después del velatorio grabar a la gente comiendo canapés y amplificar el sonido de forma ensordecedora. Sería interesante   subir a escondidas y rebuscar en los cajones y... no sé, tal vez alquilar una tortuga morrocotuda de más de 170 años y que todo el mundo la vea como una más de la familia, que conversen con ella.
 Sería pésimo, como dije, que al término de este relato o cortometraje impregnara todo con un rollo tipo… “cenizas desapareciendo en un pequeño torbellino, producido por el tirar de la cadena”. Sería muy feo dicho lo dicho sobre los legajos y la pasmosa posibilidad de encontrar algo escondido detrás de un ladrillo en la vieja casona. Digo, que al golpear con los nudillos la pared nos respondiera con un sonido vacío, amplio y figurásemos (tú y yo) lo que encontraríamos al otro lado, sin jamás acometer la acción de picar la pared y ver que al otro lado no había nada: una ventana que se abre y tan solo hallamos un muro. Quiero decir eso, el legajo no se ha de tocar, tan solo podemos proyectar lo que esconde, si no nos conformamos con esto, con olerlo, palparlo a lo sumo, obtendríamos quizás un sólido manuscrito titulado “Legajos de utopía”. Figúrese que ese ensayo lleva su nombre. Legajos de utopía seguido de la mandrágora distópica. Pero ¿qué sucederá después?...

20 abr 2019

PDK: Policia del Karma



 
Hay un mundo, que no es este, que está roto
Que es este.
Prefacio poshumanista.

6 mar 2017

La Novela Film




                           


Reverso 

29 jul 2016

EXPLOSIÓN EN LA FÁBRICA DE PIROTECNIA epifóricamente AGITACIÓN DE LAS MARIPOSAS tropicales en los cajones DEL MUSEO, TAXONOMÍAS VARIAS Nuda Vida. Congruencia emocional.



En la zona del ser el antiesencialismo radical y la desestabilización de identidades es un método decolonial en la medida que las identidades se han exagerado como superiores (Grosfoguel, 2013) Pero allí donde las identidades son negadas, inferiorizadas o devaluadas por la colonialidad del poder, el "antiesencialismo" impide a los pueblos reconstruir sus identidades, sus saberes, sus formas de vida y sus conocimientos. Se convierte en parte del hecho colonial. 
Descolonizar la rebeldía.  Raúl Zibechi 

4 jul 2016

29 may 2016



 De tipo atmosférico. El zumbido de las moscas en cercanidad con la imagen de un ojo seco repleto de moscas, arcanas larvas bajo la epidermis. Hiper saturación de perfume. Un barco atraviesa un casquete polar evocando la idea de un grueso cristal blindado de una entidad financiera reventado, aniquilado, superado.


El buque o como “queramos llamarlo” recorre las calles abriéndose paso entre escaparates cual casquete polar, queremos decir que nuestras manos y centenares de moscas ya no se darán de bruces con la dura transparencia. El niño extiende su brazo y se lleva dos ricos pasteles con virutas de cristal, transparencias opresivas o fresadoras salvajes. Nos debemos a esta imagen: bulbo casco en fotolito mientras va dejando tras de si una estela de gruesos cristales flotando a la deriba. Nos debemos a esta imagen. Da

3 may 2016

Simulación Know How

                                
                      Lumpen teodicea / Emprende Muere

23 abr 2016

Pliego III

Avanza siempre. El fango le llega hasta la rodilla 
y luego al vientre.  Pliego III

19 abr 2016

La pesca de la trucha en la calle de Eternidad


El estudiante de tercer año de ingeniería en la Universidad de Montana sacó la lata y troqueló un complicado dibujo de agujeros sobre el metal. Los agujeros dibujaban círculos cerrados sobre sí mismos, como un perro con una manguera de incendios en la boca.
Luego ató un cordel a la lata y se puso una enorme hueva de salmón y un trozo de queso suizo en la lata. Tras dos horas de fracaso íntimo y universal regresó a Missoula, Montana.
La mujer que viaja conmigo descubrió la mejor manera de capturar las carpitas. Utilizó un cazo grande que tenía en el fondo los restos de un remoto flan de vainilla. Puso el cazo en las aguas poco profundas de la orilla y de inmediato se congregaron centenares de carpitas. Luego, hipnotizados por el flan de vainilla, entraron como una cruzada infantil en el cazo. De una cazada obtuvo veinte carpitas. Llevó el cazo lleno de peces a la orilla y la niña estuvo jugando con dos pececitos durante una hora.
No perdimos de vista a la niña para asegurarnos de que sólo abusaba un poco de ellos. No queríamos que matase ninguno, porque era demasiado joven.
En vez de hacer un ruidito peludo, se adaptó enseguida a la diferencia que existe entre los animales y los peces (?) y pronto empezó a hacer un ruidito plateado.
Atrapó uuno de los pececitos con la mano y se quedó mirándolo un buen rato. Le quitamos el pez de la mano y lo volvimos a meter en el cazo. Al cabo de un rato, ella solita volvía a meterlos en el cazo.
Al final acabó aburriéndose. Volcó el cazo y una docena de pececitos cayó en la orilla entre aletazos. Juego de niños y juego de banqueros: una a una iba recogiendo aquellas cosita plateadas y las devolvía al cazo.
Dentro quedaba un poco de agua. A los peces les gustaba. Te dabas cuenta.
Cuando se cansó de los peces los devolvió al lago, y estaban todos vivos, pero nerviosos. Dudo mucho que vuelvan a querer flan de vainilla.

Richard Brautigan, La pesca de la trucha en América.

31 oct 2015

Bolas perfectas que nadie construyó


No hay ninguna posguerra.
Los necios llamaban paz al simple alejarse del frente.
Los necios defendían la paz sosteniendo el brazo armado del 
dinero.
Más allá de la primera duna, los enfrentamientos proseguían.
Garras de animales quiméricos hundidas en las carnes, el Cielo lleno
de acero y humos, culturas enteras extirpadas de la Tierra.
Los necios combatían contra los enemigos de hoy avituallando
a los de mañana.
Los necios hinchaban el pecho, hablaban de libertad, democracia, aquí en nuestro país, mientras comían el fruto de las razia y saqueos.
Defendían la civilización de sombras chinescas de dinosaurios.
Defendían el planeta de simulacros de asteroides.
Defendían la sombra chinesca de una civilización.
Defendían un simulacro de planeta.