Apago
el ordenador. Si es como yo creo que es, me pregunto que clase de
sueño sigue al apagar el ordenador, acaso dreame. Para cuando se
rompe se muere. Son enfundadas las esperanzas de que el código
binario salvara nuestros recuerdos aun cuando nos hayamos apagado. La
esperanza no es mía. Es sobre lo que sucede al acostarnos y al
apagar el ordenador. Se reorganizan las ideas dicen. No me interesa.
Me interesa el daño causado por las comparaciones. Por la
acumulación de capas. Rota la memoria, rotos. Un hijo abre el ojo.
No sabemos lo que sucede al escribir ni mucho menos cuya sombra tapa
y protege a los objetos, dentro las comparaciones, el rey
fagocitador, símiles , metáforas que le otorgamos al mundo. El
teclado habla, bla, bla, bla. Es rápido y astuto. Dice estar más
cerca de la punta de la lengua que de otros órganos. Borrón y
cuenta nueva dentro de lo que denunciamos y acrecentamos. Puerco
diccionario, obituario de una fluidez ajena al tacto y al oído
aplasta por siempre la comprensión. No es ni tan siguiera una rueda
fecunda, un ciclo que se repita, son miles de hojas que no saben
apenas de las otras hojas de los otros libros, de los no-libros, mal
masticar que se caen los dientes sin llegar a saber leer entre
lineas. Mi discurso se recrudece contra la patria que dice ser sólida
tierra de individualidades colectivas y no sé que juego de palabras
enfrentadas, para nada desnudas. Rotos los objetos de rotundos
significados, ya no vale eso. Si ni tan siguiera quiero decir que
romper objetos valga la pena por lo menos para la mente. Es el
viraje, escupir pus. Sugerir piel o querer agacharte ha oler el suelo.
Como si las imprentas antiguas, calientes de tinta mataran más que
nunca. Denuncio al anuncio. Ayer. No creo que nadie pueda explicar lo
del ordenador con frescura, dirán algo rítmico y científico para
que me vaya tranquilo y al marcharse desmotar el ordenador y buscar
en el, no sé tal vez palabras que no me hagan buscar nada, gusto metálico y
placas, ver de esa otra forma- Nadie sabe a donde van a parar los
detritus. Se paran en la mente, en la biblioteca infernal. Como si
narrar fuera hacerlo desde las fotos de varios colores recién
impresas, como si un oficio matara al otro confundiendo la voz con el
narrador el pensamiento con la idea. Revelarnos contra el sistema
nervioso dicen algunos. Laxa tarea, frases cortas con
acento sureño y mesianismo denunciador de lo perimetral sin apenas
odiar las chaquetas de pana. La base no es que este podrida es que
los que constatan su existencia la niegan, la definen. ¡Dejen paso
carajo, malditos ismos!
La sombra de un palo. Abás.
Aki.